Deathstroke: Knights & Dragons – The Movie

Hace diez años, el Teniente Coronel del Ejército de los EE.UU. Slade Wilson tomó algunas decisiones bastante cuestionables que le llevaron a convertirse en Deathstroke; un asesino independiente con conciencia (o al menos con un código), que sólo acepta contratos que considera dignos.

Después de años de asesinatos justos, Slade comete un error que le cuesta su familia, dejándolo en el exilio, cuestionando su propio código moral.

En Deathstroke: Knights & Dragons seguimos a Slade cuando finalmente tiene la oportunidad de expiar sus pecados, luchando contra enemigos icónicos como el Chacal y H.I.V.E. para intentar corregir los errores de su pasado.

Para aquellos que no estén familiarizados con quién es Deathstroke, Knights & Dragons cubre suficiente historia de origen para entender lo que los creadores Marv Wolfman y George Pérez buscaban con su antihéroe.

Su esposa e hijo pagaron por su error

Sin embargo, si la película logra cumplir con esa visión es otra cuestión. Es todo un reto convertir a un villano en un héroe y hacer que encabece una película entera, que es probablemente por lo que normalmente sólo ocurre en las secuelas (Terminator 2, ¿alguien?).

En el papel, Deathstroke es perfecto para este tratamiento. El personaje es imperfecto, y su trágica historia de fondo debería hacerte empático con su difícil situación. Sin embargo, en Caballeros y Dragones, su dualidad y conflicto interno no tienen el peso necesario para justificar que se le anime a ser el héroe, lo cual es una pena.

Mientras que Michael Chiklis aporta el tono perfecto para Wilson, el resto de la actuación de la voz cae un poco. Rápidamente se vuelve frustrante ver a personajes poderosos y complejos como Adeline Kane, de Sasha Alexander, ahogados con torpes líneas de exposición, reduciendo el matiz emocional que la historia ansía.