Es bien sabido hasta qué punto el biopic de la estrella tiene la capacidad de concentrar todo el material kitsch y arenoso de Hollywood: al mezclar la colorida leyenda de una carrera con una tierna mirada a la tristeza entre bastidores, los estudios tienen la fórmula ideal para hacerla aún más llamativa y llamativa.
El resultado son abominaciones (Rapsodia Bohemia) y productos formateados (Rocketman), y una moda que debería durar unos cuantos años más, hasta que la vena se agote temporalmente.
Judy llena todos los espacios en blanco, como lo demuestra el reciente Oscar ganado por Renée Zellweger por su habitada actuación de una cantante torturada en el crepúsculo de su vida.
Y aún así, la película se las arregla para ser una sorpresa bastante agradable. La razón de ello es una ventana de tiro deliberadamente reducida – a saber, la serie de conciertos en Londres que la cantante dio unos meses antes de su muerte – y un tratamiento que, en contra de las expectativas, hace la elección de la sobriedad.
Hay que decir que un enfoque sobrio es apropiado en esta etapa de la carrera de Judy Garland, una estrella infantil que está envejeciendo y que, a la edad de 46 años, después de tres matrimonios y en vísperas de uno nuevo, corre el riesgo de perder la custodia de sus hijos debido a la precariedad de su situación.
Desempleada, sin hogar, agotada por una vida regulada entre las píldoras y el alcohol. Así, la historia se centra en dos extremos, haciendo de la gloria un paréntesis silencioso, para centrarse en el daño que causa tanto río arriba como río abajo.
Los recuerdos del rodaje de El Mago de Oz se centran así en los bastidores, para algunas entrevistas bastante gélidas entre bastidores que muestran la máquina que construye una estrella que pierde allí su infancia, mientras que en el otro extremo del espectro se hace un inventario bastante desesperado del lugar de quien, desangrado, no puede sin embargo vivir más que a través de la mirada de los demás.
Esta problemática, combinada con un tono que nunca se hunde en el lirismo o el barroco escandaloso propio de este tipo de temas, permite que la película tenga una identidad y un tono propios.
Renée Zellweger, literalmente habitada, encarna esta atrevida mezcla de la presencia magnética del monstruo sagrado y del animal asustado, y ofrece en cierto modo su propia representación de El Guasón, en una decadente posproducción llena de ambivalencia, en la que lo que la destruyó sigue siendo su única razón de vivir, aunque aspira a una felicidad elemental -vivir con sus hijos- para la que es incompetente.
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Obtener torrent | MicroHD 1080p | Subtitulada | 4 años |