Oscar Wilde…… Demasiado buena para ser verdad, esta homofonía entre este apellido y el adjetivo «salvaje»…. Wilde…… El dandy salvaje…… Así es como se nos presenta el hombre, doblemente representado por el actor y director Rupert Everett que, al mismo tiempo, dirige aquí su primer largometraje y presta sus papeles al gran poeta, dramaturgo y novelista inglés.
«La importancia de llamarse Oscar Wilde», según el título del primer cuento, homónimo, que abre la colección publicada en 1888, es obviamente también el propio autor, ya muy destacado en la buena sociedad británica y ya portador de la marca de sus futuros éxitos literarios; cubierto de pan de oro y con incrustaciones de piedras, similar a la estatua del príncipe benefactor que da nombre al cuento.
Pero la película subtitulada se centra en el más allá de estos años dorados, ya que acompaña a Oscar Wilde, ahora escondido bajo el nombre de Sébastien Melmoth, en su exilio francés, tras su liberación de la cárcel, después de los dos años que sirvió allí en virtud de su homosexualidad manifiesta y la acusación hecha contra él por el padre de su amante más ostentoso, Lord Alfred Douglas (Colin Morgan).
Jugada principalmente en escenarios naturales y servida por la magnífica fotografía de John Conroy, la película une el universo y los interrogantes de Wilde, que van desde los milagrosos dorados y rojos de ciertos recuerdos o momentos de felicidad hasta los matices neblinosos, oscuros y apagados de sus inmersiones en el lodo y en los bajos fondos.
La figura de Dorian Gray, que sería para el La importancia de llamarse Oscar Wilde lo que el Sr. Hyde era para el Doctor Jekyll, nunca está lejos, siempre dispuesto a extender su imperio sobre el alma atormentada del gran hombre. En los escenarios de Brian Morris y los trajes de Maurizio Millenotti y Gianni Casalnuovo, entre la magnificencia de los palacios y teatros y la decadencia de la miseria y la suciedad de los hoteles.
Rupert Everett acompañó, con el apoyo de unos breves flashbacks, los últimos tres años de la vida del escritor, entre su liberación en 1897 y su muerte en París el 30 de noviembre de 1900. Muestra la dedicación y los tiernos esfuerzos de los amigos más benévolos o cariñosos, con las grandes actuaciones de Colin Firth en Reggie Turner y Edwin Thomas en Robbie Ross.
También está la influencia mefítica de Lord Alfred Douglas o la influencia más inocente de su amante pagado, Jean (Benjamin Voisin), siempre flanqueado por su hermanito que exigía su propia narración, con la del «La importancia de llamarse Oscar Wilde» como protagonista….
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